Cuatro hombres mirándonos fijamente. Cuatro historias por contar... Una promesa casi cumplida de no ser por el tonto compadre que, no sólo se conforma con negarse a sonreír y cruzar los brazos sino que además se desplaza hacia la parte superior de la obra, dejando sólo su silueta recortada en el espacio. Una pieza con múltiples interpretaciones: habla de la vejez y del momento preciso. Sombreros y camisas a cuadros enmarcados por una banca de parque colonial. ¡Cuántas historias en una sola imagen! La cámara logra capturar un momento congelado en el tiempo con un encuadre perfecto y un equilibrio sublime. Y para dar una estocada final; la ausencia/presencia del tozudo compadre marca un tono en el que el espectador encontrará constantemente nuevos detalles que prometen hablarle.